lunes, 5 de enero de 2015

Mi cuento favorito

Sin duda es “El traje nuevo del emperador” del danés Hans Christian Andersen publicado en 1837 y cuya moraleja se podría aplicar a los tiempos actuales para cualquier cosa que hace o dice nuestro recién estrenado Felipe VI.
El otro día vi en la tele que estaba Felipe VI en la conferencia de países hispanoamericanos escuchando una melodía y tamborileaba en la mesa con los dedos. ¡¡Qué gran anécdota!! El rey Felipe VI tamborileando en la mesa con los dedos. Desde luego que a ningún periodista se le ocurre preguntar: ¿Y qué tiene eso de anécdota o especial? Tendría que aparecer un niño para decir: “Pues si eso también lo hace mi papá”.
Y no digamos cuando hace esos discursos diciendo: “…hay que acabar con la corrupción…”, “…es necesario que lo jóvenes encuentre trabajo y no tengan que emigrar…”, “...hay que llegar a un entendimiento entre las diferentes comunidades de España…”. Y entonces a todos los medios se les hace el culo coca-cola exaltando el gran discurso del rey y las cosas tan importantes que ha dicho.
Aquí debería de aparecer el niño diciendo: “…pero si esas cosas también las dice mi papá y el hombre gordo que le vende el pescado a mi mamá en la plaza…”. Y como una de las moralejas del cuento de Andersen es que no hay preguntas estúpidas, el niño preguntaría: “¿Por qué el rey no dice cómo hay que acabar con la corrupción, qué es lo que hay que hacer para que los jóvenes encuentren trabajo y no tengan que emigrar, cómo se puede llegar a un entendimiento entre las diferentes comunidades de España…?”
Y yo me pregunto: ¿Qué se debe de sentir cuando se es un personaje importante y la gran mayoría de los medios de comunicación, políticos y gente en general te ríen las gracias digas lo que digas o hagas lo que hagas?

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