Mi cuento favorito
Sin duda es “El traje nuevo del emperador” del danés
Hans Christian Andersen publicado en 1837 y cuya moraleja se podría aplicar a
los tiempos actuales para cualquier cosa que hace o dice nuestro recién
estrenado Felipe VI.
El otro día vi en la tele que estaba Felipe VI en la conferencia
de países hispanoamericanos escuchando una melodía y tamborileaba en la mesa
con los dedos. ¡¡Qué gran anécdota!! El rey Felipe VI tamborileando en la mesa
con los dedos. Desde luego que a ningún periodista se le ocurre preguntar: ¿Y
qué tiene eso de anécdota o especial? Tendría que aparecer un niño para decir: “Pues
si eso también lo hace mi papá”.
Y no digamos cuando hace esos discursos diciendo: “…hay
que acabar con la corrupción…”, “…es necesario que lo jóvenes encuentre trabajo
y no tengan que emigrar…”, “...hay que llegar a un entendimiento entre las
diferentes comunidades de España…”. Y entonces a todos los medios se les hace
el culo coca-cola exaltando el gran discurso del rey y las cosas tan
importantes que ha dicho.
Aquí debería de aparecer el niño diciendo: “…pero si
esas cosas también las dice mi papá y el hombre gordo que le vende el pescado a
mi mamá en la plaza…”. Y como una de las moralejas del cuento de Andersen es
que no hay preguntas estúpidas, el niño preguntaría: “¿Por qué el rey no dice
cómo hay que acabar con la corrupción, qué es lo que hay que hacer para que los
jóvenes encuentren trabajo y no tengan que emigrar, cómo se puede llegar a un
entendimiento entre las diferentes comunidades de España…?”
Y yo me pregunto: ¿Qué se debe de sentir cuando se es
un personaje importante y la gran mayoría de los medios de comunicación,
políticos y gente en general te ríen las gracias digas lo que digas o hagas lo
que hagas?
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